Volvemos a hacer la maleta y viajamos, virtualmente de nuevo, a las islas británicas para degustar uno de sus panes dulces más tradicionales en estas fechas, aunque esta vez tomando forma de panecillos, los Hot cross buns.
La tradición manda que estos panecillos especiados, con pasas y corteza de cítricos confitados en su interior, hay que comerlos en Viernes Santo ya que, en teoría, la cruz que lleva encima sería el símbolo de la crucifixión de Cristo.
Y digo en teoría porque ya en tiempos remotos, anteriores a la expansión del cristianismo, los ancestros de estas islas consumían algo muy parecido en honor a la diosa Éostre, simbolizando la marca los cuatro cuartos de la luna... otra tradición pagana que acabó asimilando la iglesia como suya.
De hecho, Enrique VIII prohibió su venta, porque lo consideraba como una peligrosa amenaza católica, y no fue hasta años más tarde cuando su hija, Isabel I, ante la popularidad que tenían estos panecillos, promulgara una ley que volvía a permitir su venta en las panaderías, aunque tan sólo por Pascua y por Navidad. Fuente (Wikipedia)
La receta que os traigo no tiene demasiada complicación, sobre todo si tenéis experiencia en la preparación de masas levadas. Es de Jamie Oliver, otro de los Chefs propuestos en su día por las chicas de Cooking the Chef (mirar aquí para ver más recetas suyas), aunque con alguna pincelada de R. Bertinet, y podéis ver como los prepara en su perfil de Instagram.
Ingredientes :
- 200 ml de leche semidesnatada
- 55 g de mantequilla
- 1/4 de cucharadita de nuez moscada
- 455 g de harina de fuerza
- 1 cucharadita de canela en polvo
- 1 cucharadita de sal
- 55 g de azúcar extrafino
- 7 g de levadura seca
- 1 huevo L batido
- 85 g de pasas sultanas
- 2 cucharadas de piel naranja confitada
- 2 cucharadas de harina
- Agua
- Huevo batido
- Miel
Poner en un cazo, a fuego medio, la leche hasta que esté templada. Echar dentro la mantequilla, retirar del fuego y remover hasta que ésta esté completamente derretida. Espolvorear con la nuez moscada y remover hasta que se integre. Reservar.
Poner en un bol amplio la harina, la canela, la sal y el azúcar y mezclar hasta que esté homogéneo. Hacer un hueco en medio y echar dentro el huevo batido y la mezcla de leche. Ir integrando la harina, al principio con ayuda de un tenedor, y más tarde con las manos hasta conseguir una masa uniforme. Volcar sobre una superficie de trabajo enharinada y amasar durante unos 10 minutos hasta que no se pegue a las manos y tenga una textura suave y eslástica.
Bolear y dejar levar tapada, con la costura hacia abajo, hasta que doble su volumen. En esta ocasión la dejé sobre la superficie de trabajo cubierta con un paño limpio.
Desgasificar apretando un poco con los dedos, estirándola ligeramente al tiempo. Repartir las pasas y la corteza de naranja confitada por encima. Doblar la masa y trabajarla hasta que las frutas estén repartidas uniformemente, espolvoreando con un poco de harina si fuese necesario porque se nos estuviera volviendo a pegar en los dedos.
Hacer un tronco con la masa y cortar 12 porciones más o menos iguales, de unos 80g. Bolear cada porción e ir colocándolas sobre una bandeja de horno forrada con papel, dejando algo de sitio entre cada bola para que puedan crecer, pero sin separarlas demasiado para que una vez hayan levado acaben tocándose unas con otras. Cubrir de nuevo y dejar que su volumen se duplique.
Precalentar el horno a 190ºC, con calor de arriba-abajo.
Poner en un taza las dos cucharadas de harina e ir añadiendo agua, poco a poco, removiendo hasta obtener una pasta con la textura de una bechamel. Meter la mezcla en una manga y cortar la punta dejando un agujero fino.
Cuando hayan levado, pincelar los bollos con huevo batido, con ayuda de una brocha. Ésta es la pincelada de R.Bertinet de la que os hablaba antes, ya que Jamie Oliver no lo hace.
Formar con la pasta una cruz encima de cada bollo, haciendo rayas primero en un sentido y luego en el contrario. Aunque lo entenderéis mejor viendo las fotos.
Hornear a media altura de 15 a 20 minutos, hasta que estén bien doraditos.
Una vez lo estén, sacar sobre una rejilla y, cuando baje un poco la temperatura pero aún estén calientes, pincelar con un poco de miel para que brillen.
Ojo, no os paséis embadurnándolos con la miel, porque sino quedarán excesivamente pegajosos, sólo necesitarán una finísima capa por encima.
Aunque lo ideal es comerlos recién hechos, aún calientes y untados con mantequilla, como desayuno, si los acompañáis templaditos con un buen té a la hora de la merienda también váis a disfrutar de lo lindo.
Recién hechos se pueden congelar sin problemas, antes de pincelarlos con la miel claro, y sólo tendréis que meterlos unos segundos en el microondas para templarlos y pincelarlos entonces con la miel.
2 comentarios:
Tienen una pinta deliciosa, te han quedado genial. Besos.
que ricos Vivi ¡¡¡ seguros que estaban de muerte ¡¡¡¡ besotes
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