Cuando descubrí esta receta estaba segurísima que la iba a preparar en breve. En ella la salsa la preparan con cerezas secas pero yo lo que tenía en casa eran fresas confitadas así que, como esa combinación es de éxito asegurado, es lo que he utilizado.
Ingredientes :
- 2 pechugas de pato con piel
- 2 cucharadas de miel
- 60 g de ruibarbo
- 25 g de fresas confitadas
- 1/2 cucharadita de jengibre molido
- 130 ml de zumo de naranja
- 120 ml de vino añejo
Precalentar el horno a 200º C.
Limpiar y picar finamente el ruibarbo. Pelar y picar finamente el jengibre. Reservar.
Lavar las pechugas de pato y secarlas. Hacer cortes diagonales en la parte de la piel sin llegar a la carne.
Calentar una sartén a fuego alto y poner las pechugas, con la parte de la piel hacia abajo, hasta que estén bien doradas y crujientes. Sacar y poner en una fuente de horno, con la piel hacia arriba.
Reservar la grasa que hayan soltado las pechugas. Verter una cucharada de miel por encima y hornear de 10 a 15 minutos. Retirar del horno, tapar con papel aluminio y dejar reposar 5 minutos.
Mientras, calentar la grasa de pato que teníamos reservada y añadir a ella el ruibarbo picado, las fresas confitadas y el jengibre y dejar cocinar durante un par de minutos. Retirar y reservar.
Verter en la misma sartén el zumo y el vino y llevar a ebullición, dejar cocer 10 minutos hasta que reduzca. Añadir también los jugos que el pato haya soltado y el resto de la miel. Volver a llevar a ebullición dejando que termine de reducir hasta que espese ligeramente.
Introducir de nuevo la mezcla de ruibarbo y fresas y dar un hervor para que los sabores se amalgamen.
Cortar las pechugas en filetes y rociar con parte de la salsa justo antes de servir.
Si el ruibarbo en dulce está bueno ya en platos salados ni os cuento.
Un gran descubrimiento, desde luego.
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