Rosegones de almendras y arándanos rojos

    Hace poco tiempo que Marina del blog Blaukitchen me mandó una invitación para entrar en Pinterest y gracias a ella descubrí un maravilloso mundo de fotografías. Allí encontre la foto de unos biscottis que me parecieron preciosos y delicados, pinché en el enlace del blog y allí pude encontrar la receta de esta maravilla.

    Por cierto, el blog es Pink piccadilly pastries, una verdadera maravilla... si quieres ver sus biscottis pincha aquí. Los de Jina son una variación de una receta de Martha Stewart  y Yo he hecho una variación de los suyos. Los míos están hechos con arándanos rojos secos y extracto del mismo sabor (cranberries) en vez de las fresas secas que utilizó ella. La receta de Martha Stewart también tengo que hacerla porque me ha llamado poderosamente la atención (ese jengibre....ummmm) pero eso será en otra ocasión.

    Casualmente este mes la propuesta que nos invitaban a preparar desde Memòries d'una cuinera eran carquinyolis. Aquí en Valencia se les conoce como rosegones ya que son unos bizcochitos que, al hornearlos en dos ocasiones, se quedan secos para conservarlos durante mucho tiempo y es necesario rosegarlos (roerlos) a la hora de consumirlos.

    Ingredientes :

• 250 g de harina integral 
• 150 g de azúcar + un poco para espolvorear
• 2 cucharaditas de levadura química
• 1/4 de cucharadita de sal
• 225 g de almendras enteras peladas y sin tostar
• 40 g de arándanos rojos secos
• 3 huevos grandes
• 1 cucharadita de extracto de cranberries
• 1/8 de cucharadita de colorante en gel de color rosa

    Precalentar el horno a 180º C.
    Mezclar la harina, la levadura, la sal, el azúcar, las almendras y los arándanos.
    Batir los huevos con el extracto y el colorante. Añadir la mezcla de la harina e integrar bien.
    Poner la masa resultante, que será extremadamente pegajosa, sobre una superficie enharinada y amasar, con las manos también enharinadas, hasta que quede suave. Darle forma en dos rollos y colocarlos sobre una bandeja de horno forrada con papel. Espolvorear con azúcar.
    Hornear durante unos 30 minutos. Pasarlos a una rejilla y dejarlos enfríar unas 2 horas.
    Cortar en rebanadas con un cuchillo de sierra. Volver a poner sobre la bandeja de horno forrada de papel y hornear de nuevo otros 20 minutos dando la vuelta a las rebanadas a mitad de tiempo. Dejarlas hasta que estén crujientes y ligeramente doradas.
    Dejar enfríar totalmente antes de guardarlas.

    En mi caso no hubiera sido necesario volver a hornearlas para conservarlas porque fueron vistas y no vistas... duraron menos que un caramelo a la puerta de un colegio, jajaja.

    Tienen buena pinta pero, aún así, no le hace justicia con lo buenísimas que están.