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martes, 20 de octubre de 2020

Sopa especiada de zanahoria, hojas de lima kaffir y leche de coco

     Parece que ahora sí que se ha instalado definitivamente el frío entre nosotros por lo que se tercia la comida de cuchareo ¿no os parece? 

    Hoy os traigo una sopita calentita, pero no una sopa cualquiera sino una muy muy especial y exótica y es que, con las especias que lleva, sería capaz hasta de hacer levantarse a un muerto, jejjeje.

    Pero vamos al lío

    Ingredientes :

  • 1 kg de zanahorias medianas
  • 1 cebolla grande
  • 3 dientes de ajo
  • 2 cucharadas de jengibre fresco picado
  • 1 palo de citronella
  • 3 hojas de lima kaffir
  • 2 cucharadas de aceite de coco
  • 1 cucharadita de curry en polvo
  • 1/2 cucharadita de cúrcuma en polvo
  • 1 cucharada de tallos de cilantro picados
  • 1 litro de agua
  • 310 ml de leche de coco
  • 1 cucharadita de sal

    Para acompañar

  • Hojas de cilantro picadas
  • 125 g de queso Halloumi
  • Pimienta d'Espelette en polvo


    Envolver la citronella, partida por la mitad a lo largo y cortada en trozos de unos 5 cm de largo, y las hojas de lima en un trozo de gasa y atarlo bien. Pelar y picar la cebolla, los ajos y las zanahorias.

    Calentar en una cazuela el aceite de coco a fuego medio, añadir la cebolla picada y rehogar hasta que esté dorada. Agregar el ajo, el jengibre y la sal y dejar cocinar 2 ó 3 minutos más bajando el fuego. 

    Espolvorear el curry, la cúrcuma y los tallos de cilantro picados por encima, remover para integrar y añadir las zanahorias. Verter el agua, la leche de coco (reservando unas cuantas cucharadas para la presentación final del plato) y el atadillo de citronella y hojas de lima. Subir el fuego y llevar a ebullición. Tapar, poner a fuego lento y dejar cocer unos 20 minutos o hasta que las zanahorias estén blandas. Apartar del fuego, retirar el atadillo y triturar hasta que esté suave y aterciopelada. Rectificar de sal si fuese necesario.

    Lonchear el queso halloumi y pasar por una plancha caliente. Cortar en cubos y reservar en caliente.

    Verter la sopa en boles. Regar cada uno con un poco de la leche de coco reservada. Añadir unos cuantos cubos de halloumi y espolvorear con hojas de cilantro picadas y una pizca de pimienta d'Espelette.


     Fuente : Adaptada del blog Seven spoons (Tara O'Brady)

viernes, 16 de octubre de 2020

Focaccia de patata, con pimentón de la Vera y pulpo de Daniel Jordà

     Hoy, en el Día Mundial del Pan, estaba claro que tocaba meter las manos en harina... o un poco más si cabe. Como la anterior publicación ha sido un pan dulce esta vez tocaba algo salado ¿no os parece? Lo cierto es que la primera vez que preparé esta focaccia, del maestro Jordà, fue durante el confinamiento y, aunque la he repetido bastantes veces porque está para ponerle un piso, aún no había tenido tiempo a subiros la receta por aquí.  

    Uno de mis platos preferidos es, sin duda alguna, el pulpo a feira y cuando descubrí la receta de esta focaccia en uno de los libros de daniel Jordà sabía que tenía que prepararla sí o sí.

    Ingredientes :

  • 200 g de harina de fuerza
  • 40 g de sémola de trigo duro
  • 10 g de copos de patata
  • 5 g de sal
  • 20 g de mantequilla
  • 20 g de aceite de oliva
  • 150 g de agua
  • 5 g de levadura fresca
    Para el relleno
  • 1 patata mediana
  • Pimentón de la Vera
  • 30 ml de salmuera*
  • 1 ramita de romero fresco
  • 300 g de pulpo cocido


    *La salmuera la haremos mezclando 10 ml de aceite, 20 ml de agua y una pizca de sal.

    Mezclar todos los ingredientes secos de la masa e ir agregando los líquidos hasta que estén totalmente integrados, dando un amasado corto. Tapar y dejar reposar 20 minutos para que se haga una autólisis.

    Como será una masa bastante hidratada tendremos que controlarla primero con un amasado enérgico y luego a base de plegados y reposos, para dar fuerza a la masa. Haremos 3 ó 4 plegados y dejaremos reposar, entre cada tanda de ellos, durante 10-15 minutos hasta que no se pegue a las manos. Dejar levar durante hora y media. 

    Volcar sobre la superficie de trabajo, ligeramente engrasada, y bolear. Dejar relajar la masa durante unos 5 minutos. Estiraremos la masa , teniendo cuidado de no desgasificarla, y darle un plegado sencillo. Colocar en un molde rectangular ligeramente engrasado, apto para horno, y dejar fermentar, tapado, durante 1 hora. Lavar el romero, secar bien y picar sus hojas no demasiado finas. Reservar.

    Calentar el horno a 250ºC, con calor de arriba-abajo.

    Pelar y cortar la patata en láminas finas. Regar con un chorro de la salmuera preparada y clavar los dedos suavemente hasta llegar al fondo del molde, estirando la masa hacia las paredes, y volver a regar con la salmuera. Espolvorear con pimentón de la Vera y espolvorear con el romero picado. Colocar las láminas de patata por encima y volver a regar con la salmuera. Meter al horno, a mitad de altura, de 12 a 15 minutos. A mitad de cocción incorporaremos el pulpo cortado en rodajas sobre la focaccia.

    En mi caso el pulpo no se lo puse hasta después de terminar de cocer la focaccia ya que a mi peque no le gusta y ella se la iba a comer sin él. Así que preparé el pulpo a feira aparte y lo fuimos colocando cada uno en nuestro trozo.

    La pinta es brutal ¿a qué sí? Pues no le hace justicia con lo absolutamente divino que está.

lunes, 12 de octubre de 2020

Alfilada, trenza dulce asturiana

     Hacía un tiempo que mi hija me estaba pidiendo un pan dulce para los desayunos así que, cuando en #elpanperfecto el pan elegido fue esta trenza dulce, tenía claro que iba a darle el gustazo, por fin, a mi peque. El problema es que me he ido liando y liando y casi no llego al llevarla a tiempo al grupo de facebook... no tengo remedio. Debería haber subido la publicación ayer pero aún no he conseguido alargar los días para que tengan unas cuantas horas más... aunque mejor tarde que nunca ¿verdad? Y este pan os doy mi palabra de que lo merece.

 
 
     La alfilada, también conocida como enfilada, coleta o rosquilla, es típico de la Semana Santa de la comarca occidental asturiana donde, después de que los ahijados llevaran la palma a sus padrinos y madrinas el Domingo de Ramos, estos últimos se lo recompensaban regalándoles este delicioso pan dulce, siendo éste el Día de los Ahijados (Fuente : Cronistas oficales

    Pero no solamente se come esta delicia en Semana Santa, ya que en Cadavedo (en el concejo de Valdés) tienen, el último domingo de agosto, una curiosa fiesta al aire libre : La Regalina o La Riégala. Declarada de interés turístico, en ella se llevan, en carrozas engalanadas, "ramus de alfiladas" y flores a la hermita de Santa María de Riégala. Tras la primera danza, la misa y la procesión, que se realizan durante la mañana, tiene lugar la comida campestre después de la cual se continúa con las danzas, para terminar con el sorteo y reparto de las alfiladas.

    Ingredientes :

  • 340 g de harina de fuerza
  • 2 huevos M + 1 batido para pincelar
  • 15 g de levadura fresca
  • 100 g de azúcar
  • 4 g de sal
  • 50 g de leche
  • 15 g de licor de anís
  • 80 g de mantequilla en pomada


    Llevar al fuego un poco más de los 50 g de leche y dejar hervir durante un par de minutos. Dejar enfriar hasta que esté a unos 35ºC. Echar los 50 g que necesitamos en un vaso junto a 10 g de azúcar y la levadura desmenuzada. Remover hasta que estén totalmente disueltos, tanto el azúcar como la levadura, y dejar reposar durante unos 15 minutos para que esta última comience a activarse.

    Poner en un bol los huevos, el resto del azúcar, el anís y la sal y batir hasta que se disuleva el azúcar. Añadir la mezcla de levadura y la harina tamizada y mezclar hasta que esté uniforme. Tapar y dejar reposar media hora. Pasado este tiempo volcar sobre la mesa de trabajo y amasar hasta que suave y no se pegue a la mesa ni a las manos. Agregar la mitad de la mantequilla y trabajar la masa hasta que esté integrada. Añadir el resto de la mantequilla y seguir amasando, de nuevo, hasta que la haya absorbido por completo. Seguir trabajando, con amasado francés, hasta que no se pegue a la mesa ni a las manos y la masa coja una textuta suave y elástica.

    Bolear y meter en un bol, ligeramente engrasado. Tapar y dejar levar hasta que doble de volumen. Volcar sobre la superficie de trabajo y desgasificar bien con las manos. Pesar la masa y dividirla en tres partes iguales. Hacer una bola con cada parte y dejar reposar, tapadas, durante de 10 a 15 minutos para que se relaje el gluten.

    Hacer rodar cada bola entre las manos para conseguir churros de unos 40-45 cm de largos del mismo grosor aproximado. Trenzar los tres churros y pinzar los extremos hasta que queden bien sellados. Colocar la trenza sobre la bandeja de horno, cubierta con papel. Tapar con un plástico y dejar levar en un sitio cálido hasta que doble de volumen.

    Calentar el horno a 180ºC, con calor de arriba-abajo. Una vez que la trenza haya doblado y tengamos caliente el horno, pincelar con el huevo batido y cocer, en el tercio inferior del horno, durante unos 30 minutos, hasta que adquiera un tono dorado-tostado. Si se estuviera tostando demasiado podéis cubrirlo con papel de plata. Una vez fuera del horno, dejarlo enfriar sobre una rejilla para que la base no se humedezca.

    De todo el proceso lo que más me costó es hacer la trenza, quizás porque las que suelo hacer me las hago a mí misma todos los días en el trabajo, hacia atrás y sin mirar, jejjjeje. 

    Fuente : Recetas de Esbieta

viernes, 9 de octubre de 2020

Melòpita, tarta griega de queso y miel {Reto CocinArte}

     Hoy es Sant Dionís, Día de la Comunidad Valenciana, por lo que tenemos por delante 4 días de fiesta. Comienzo el macropuente con la falsa expectativa de encontrarme viajando a lugares paradisíacos, dado que no me parece demasiado recomendable realizarlo de otro modo.  En esta ocasión, el viaje me lleva hasta Sifos, una de las menos conocidas de las Islas Cícladas griegas. Además de poder estar rodeada de paz y tranquilidad, disfrutaré deleitándome con uno de sus más tradicionales postres : una sencilla, pero no por ello menos deliciosa, tarta de queso y miel.


    Es fácil imaginarse en ese paraíso, sentada en una solitaria playa rodeada de las aguas cristalinas del Mar Egeo, viendo un espectacular atardecer y disfrutando de un pedazo de esta suculenta delicia...


    Y, precisamente eso, por sus colores y la paz que transmite, es lo que me ha inspirado el cuadro propuesto para el CocinArte de este mes. Ese viaje nostálgico e idealizado del esplendor de épocas lejanas que quiere reflejar Sir Lawrence Alma Tadema en su cuadro Expectations es el que me ha llevado a viajar hasta Grecia, él a la más clásica y yo a una más tradicional tierra de pastores.

 

     Ingredientes :

  • 400 g de requesón*
  • 90 g de miel + para servir
  • 2 huevos L
  • 1 cucharadita de maizena
  • 1 cucharadita de agua de azahar**
  • 1 pizca de sal
  • Canela en polvo
    *En la receta tradicional se usa mizithra, un queso fresco sin pasteurizar hecho con suero de leche de oveja y cabra, casi mposible de encontrar por aquí. Si lo encuentras, enhorabuena, no dudes en utilizarlo. Pero si, como yo, no lo has encontrado, sustituyelo por requesón o ricotta.

    **En realidad lleva vainilla o ralladura de limón pero,  y no me lo puedo creer todavía, no teníiiia ni una cosa ni la otra en casa, me di cuenta cuando estaba a mitad de preparación, así que tuve que improvisar.

 

    Calentar el horno a 180ºC, con calor de arriba-abajo.

    Engrasar bien un molde desmontable, de 15cm de diámetro, con spray o mantequilla derretida.

    Poner todos los ingredientes en un bol amplio y batir hasta obtener una masa suave y lisa. Verter en el molde preparado anteriormente y meter a horno medio sobre una rejilla cubierta con papel. De esta manera si se sale algo no escurrirá y evitará que se manche la base del horno. Dejar cocer de 40 a 45 minutos hasta que se dore y el centro aún esté bambolente.

    Sacar y dejar enfriar sobre una rejilla durante 5 minutos antes de desmoldar. Pasado este tiempo abrir el molde y pasar al plato de servir para que se termine de enfriar.

    Servir a temperatura ambiente, espolvoreada con canela y regada con un hilo de miel.

 
   Poco más hay que decir después de ver el corte de esta delicia ¿no os parece?


     Pues venga, acomodaros a la mesa que voy repartiendo...

    Fuente : Adaptada de Cook me greek

lunes, 5 de octubre de 2020

Sopas avahadas al horno {Cooking the Chef}

    Creo que lo digo todos los años en estas fechas pero, de verdad os lo digo, cada vez llevo peor el inicio del nuevo curso. Después de casi un mes sin publicar hoy, por fin, hago acto de presencia con un plato extremadamente sencillo pero no por eso menos delicioso : unas sopas avahadas al horno que quitan el sentido.

     Muchos de los grandes chefs han intentado dar valor a los platos más tradicionales con maravillosas reinterpretaciones. Esto me parece grandioso además de necesario pero, ¿de dónde vienen esos platos de toda la vida que se han convertido en tradicionales? ¿Por qué no ahondar en su historia para llegar a conocer el origen de la alimentación de nuestros más lejanos ancestros?

    Eso mismo es lo que nos han propuesto desde Cooking the Chef en su retorno a las redes, conocer la gastronomía primitiva de los pobladores de nuestras tierras justo hasta antes del desembarco de los árabes a nuestras costas. Si hay que volver la vista a nuestras raíces, las de mis antepasados se encuentran en Valladolid, por lo que esa es la zona donde se ha centrado mi investigación. Antes de que los romanos llegaran, esas tierras estaban habitadas por los vacceos y es de ellos de donde viene la receta que he elegido en esta ocasión. 


     Para entender lo que comían es fundamental conocer sus costumbres y manera de vivir. Así que voy a hacer un pequeño resumen de su cultura, porque si no esto daría para varias entradas, basado en los hallazgos encontrados en los yacimientos arqueológicos de algunas de sus principales ciudades como Pintia, Pallantia e Intercatia.

    De este pueblo celta, cuya existencia está probada al menos desde el s.IV a.C., ha quedado demostrado que fue el pueblo más culto y avanzado de la Iberia antigua. Aparte de ser recolectores de frutos, como uvas con las que elaboraban vino, desarrollaron un sistema agrícola colectivista muy eficaz y productivo cultivando cereales (trigo y cebada) y leguminosas (garbanzos, lentejas y almortas), llegando a convertirse ya desde aquellos tiempos en el granero de la meseta, con cuyos excedentes realizaban intercambios comerciales con los pueblos limítrofes. También se dedicaron a la ganadería bovina y fueron capaces de desarrollar una industria textil y cerámica incluso más avanzada que la de los romanos. Contaban con un ejército de dos mil soldados con una caballería imbatible, los romanos acabaron valorando más los caballos de esta zona que los suyos propios, y unas costumbres y forma de vida que, a través de la admiración, acabaron respetando. De hecho los habitantes de Pallantia e Intercatia cohabitaron, más o menos pacíficamente, con los romanos mientras, estos últimos, sometían al resto de los pueblos de Hispania.

    Volviendo a lo que nos ocupa, que es el tema gastronómico, se tiene constancia de que el pan fue el primer alimento elaborado por el pueblo primitivo. Los restos encontrados muestran que ya horneaban un pan fermentado de candeal, que era el tipo de trigo que cultivaban. Además cocinaban corderos lechales tanto en parrillas de hierro como al horno así como un primitivo cocido omnívoro. La cocina de aprovechamiento y transformación de sus restos también es una de sus características, de ahí proviene la elaboración que os traigo siendo estas sopas, parece ser, el alimento que tomaban los guerreros antes de entrar en batalla. Cierto es que no eran exactamente iguales a las mías, ya que para hacerlas ellos no contaban con aceite de oliva ni con pimentón, pero creo que puede llegar a ser una aproximación bastante cercana... con una pizca más de alegría. Pero vamos al lío que ya os he metido bastante rollo.

    Ingredientes :

  • Pan de candeal del día anterior
  • 2 dientes de ajo hermosos
  • 2 cucharadas de aceite de oliva
  • 1 cucharada de pimentón
  • Agua 

    Calentar el horno a 200ºC, con calor de arriba-abajo.

    Dorar en una sartén, en el aceite de oliva, uno de los dientes de ajo cortado en láminas. Añadir el pimentón, rehogar ligeramente y retirar del fuego. Verter un vaso de agua, para que el pimentón no siga cocinándose y corra el riesgo de quemarse, y agregar el otro diente de ajo, machacado previamente.

    Cortar el pan en rebanadas gruesas, de un dedo más o menos, e ir colocándolas en el fondo de una cazuela de barro o en varias individuales. Ir empapando el pan poco a poco con la preparación anterior, añadiendo más agua si fuese necesario para quedar muy empapado pero sin llegar a estar sumergido en líquido. Hornear, a media altura, durante un par de horas. Remover con una cuchara, sobre todo por el borde de las cazuelas, y volver a meter al horno de media a una hora más. 


    La sopa deberá tener una textura cremosa por dentro con una costra crujiente y dorada por fuera y, como dijo Ibán Yarza, en la publicación que hizo él de estas sopas, al comerlas deberás tener la sensación de estar comiendo una deliciosa torrija salada.